sábado, 20 de junio de 2009

Un principio oscuro, un final incierto

El viejo Thul’far caminó lentamente por el suelo enmoquetado, dio una profunda calada a su pipa y se detuvo. El humo blanco que salió de su boca subió reptando por la pared de madera barnizada hasta el techo y se esparció por toda la estancia. Un profundo olor dulzón se propagó por la habitación penetrando hasta lo más profundo de los pulmones del joven Brim, que continuaba sentado en aquella silla, mirando fijamente a su captor.

Thul’far se dio la vuelta a la vez que volvía a dar otra calada a la pipa.

- Entonces – dijo el sherkin con una aterradora voz de ultratumba - ¿Qué te ha traído hasta nuestro planeta?
- Ya se lo he dicho antes – respondió el muchacho con voz temblorosa – La nave en la que viajaba perdió uno de sus motores y nos desviamos de nuestro rumbo. Poco después fuimos atrapados por el campo gravitatorio de este planeta y nos estrellamos tras atravesar la atmósfera.


El anciano extraterrestre no dijo nada. Se limitó a suspirar profundamente y a dar otra calada.
Tras una breve pausa continuó con su interrogatorio.

- ¿Y dónde está el resto de la tripulación? – le preguntó.
- No lo se. La nave se estrelló en la selva y se hundió en un lago fangoso. Yo conseguí librarme del cinturón de seguridad y salir a la superficie. Sólo recuerdo que una vez me creí a salvo en tierra firme perdí el conocimiento y cuando desperté estaba en una jaula a oscuras.


De nuevo, el silencio y el humo de la pipa del sherkin se adueñaron de la sala.

- Es la primera vez que vemos un “humano”, si es cierto que lo eres. – Thul’far se acercó ante el muchacho y se sentó en la otra silla – Por eso me intriga saber más sobre tu pueblo. Dime, Brim, ¿Cuál es el origen de vuestra existencia?, ¿A qué os dedicáis?, ¿Cuál es vuestra meta como especie?

El joven lo miró extrañado, tratando de encontrar una respuesta coherente ante tales preguntas. Pero no lo consiguió.

- Soy astronauta, no filósofo. La verdad, no puedo responderte.
- Vamos por partes, no me interesa lo que eres como individuo, al menos por ahora. Mi deber es investigar sobre vuestra especie a nivel global. Y ahora por favor, responde. No hagas que me enfurezca.


Brim tragó saliva. El corazón se le aceleró. La estancia se había llenado de un humo intenso que le hacía lagrimear.

- Nuestros orígenes no están muy claros. Hay diversas teorías sobre como llegamos a nuestro planeta, pero ninguna de ellas ha sido comprobada. – Brim tragó saliva de nuevo. Un sudor frío comenzó a recorrerle la frente al cruzarse su mirada con la de su interrogador. Sus “ojos”, o lo que fuera con lo que le estuviera mirando se habían clavado en él fijamente, con la intención de no perder detalle a lo que tenía que decirle. Tras concentrarse de nuevo en su explciación, continuó. – Según se dice aparecimos en la Tierra hace millones de años, aunque no éramos como ahora, sino que fuimos evolucionando hasta nuestra forma actual. La verdad, no se muy bien como llegamos a aparecer. Se cree que la vida en nuestro planeta surgió en el mar en forma de unos pequeños seres unicelulares que no necesitaban oxígeno para vivir.

Thul’far seguía observándolo atentamente. Parecía sorprendido con todo lo que había oído. Aunque seguramente no había entendido ni la mitad de lo que le había dicho.

- Respecto a nuestra dedicación – prosiguió Brim – Si es como a especie a lo que supongo te refieres la verdad que todavía lo tengo menos claro. Tratamos de sobrevivir. Desconozco ya nuestra meta y si hemos aparecido por pura casualidad o para cumplir un importante objetivo.

El viejo extraterrestre volvió a levantarse de la silla y apagó la pipa. Cogió un objeto que Brim no identificó y lo manoseó con cuidado.


- Eso no fue lo que nos contó tu compañero – rugió con voz atronadora Thul’far arrojando lo que tenía por un orificio situado en la pared.

El joven muchacho se puso todavía más nervioso. Aquel extraño ser le había engañado. Le hizo creer que desconocía su situación. Pero habían encontrado a otro superviviente del accidente y le habían interrogado antes que a él. ¿Qué más sabía aquel cabronazo que no le había dicho?

- El otro “humano” respondió diferente a las tres preguntas. Él nos dijo que vuestra especie había sido creada por un tal Dios, y que estabais en la Tierra para cumplir su voluntad. Así que nos has mentido. Me has estado haciendo perder el tiempo.

¡Maldita sea! Habían encontrado también al cura. Era obvio, pues el resto de la tripulación eran científicos ateos. ¿Cómo podía tener tan mala suerte?
Otro sherkin entró en la habitación y le agarró por el cuello. El joven astronauta fue arrastrado al exterior a la que vez que lloriqueaba suplicando por su vida.
La verdad que él no era ateo, era un científico que creía en Dios, pero supeditaba la religión y la fe a las explicaciones de la ciencia. Por eso respondió de aquella manera. Al parecer, de la manera equivocada. La contradicción de las respuestas le iba a costar caro, seguramente la vida, pues su compañero religioso yacía colgado de un gancho en el techo de una estancia contigua, completamente empapado en sangre, y sin cabeza.

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